El relevo en la cúpula de Talgo (BME:TLGO) ya tiene fecha y hoja de ruta. Este viernes, la histórica ferroviaria española celebra su última junta general bajo el paraguas de Trilantic, antes de abrir paso a una nueva estructura accionarial liderada por el industrial vasco José Antonio Jainaga y respaldada por instituciones del País Vasco. Con una mochila de pedidos valorada en 4000 millones de euros y urgencias de entrega, el futuro de Talgo se jugará, literalmente, sobre raíles.
Lo que sucedió
Talgo inicia su transición hacia una nueva gobernanza con la salida de Trilantic como primer accionista y el aterrizaje del consorcio vasco liderado por Jainaga. El movimiento se formalizará tras una junta extraordinaria, en la que se aprobará también una ampliación de capital suscrita por la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales). A su vez, se confirma la continuidad de accionistas históricos como Torreal (Abelló), Torrblas (Torrente Blasco) y la familia Oriol.
El plan industrial que se activará tras esta reconfiguración busca acelerar la producción de trenes y evitar retrasos como los sufridos en el proyecto Avril. Para ello, Talgo no descarta alianzas con compañías que han mostrado interés en su capital, como la polaca Pesa o la húngara Magyar Vagon, orientadas a compartir músculo productivo.
La reorganización interna también está sobre la mesa: se espera que la junta de este viernes ratifique la salida del actual CEO, Gonzalo Urquijo, ligado a la etapa Trilantic. En su lugar, gana protagonismo Rafael Sterling, director comercial de la empresa, con experiencia en Irizar. Jainaga no ha confirmado si traerá personal desde Sidenor, su otra gran empresa industrial.
La operación implica una ingeniería financiera notable. Tras la compra de la participación de Trilantic por 155 millones y la ampliación de capital de 45 millones que suscribe la SEPI, el consorcio vasco controlará cerca del 29,5 % de la empresa. La SEPI, por su parte, alcanzará el 7,8 %, sin entrar en el consejo de administración.
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Por qué es importante
La transformación no solo es simbólica: se trata de una operación estratégica que busca sacar a Talgo de una espiral de sanciones y demoras que han lastrado su imagen. Solo en 2024, la firma asumió una pérdida de 108 millones de euros, en gran parte por la multa de 116 millones impuesta por Renfe debido al retraso en la entrega de los Avril. El nuevo plan busca romper ese patrón de incumplimientos, algo esencial para mantener la confianza de clientes nacionales e internacionales.
Además del cambio accionario, la entrada de capital público a través de SEPI supone un salvavidas financiero: 75 millones de euros entre ampliación de capital y deuda convertible, que complementan una nueva cofinanciación de 650 millones a seis años. A ello se suma un capital circulante de 120 millones y 500 millones en avales para ejecutar pedidos. Este soporte económico es vital para entregar a tiempo contratos clave en Alemania y Dinamarca, actualmente bajo prórroga.
No obstante, el rediseño institucional no está exento de riesgos. Persisten dudas sobre una posible denuncia en Europa por ayudas de Estado, aunque el diseño de los créditos convertibles podría amortiguar ese impacto. En paralelo, el Gobierno vasco y BBK aportan capital sin aspirar a controlar la gestión diaria. Este equilibrio público-privado podría blindar a Talgo frente a intentos de opa hostil, sin renunciar a crecer mediante alianzas con fabricantes europeos.
Esta historia fue generada por Benzinga Neuro y editada por Edgli Romero
Imagen creada con Inteligencia Artificial
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