La Reserva Federal de Estados Unidos ha subido los tipos de interés en tres ocasiones en lo que llevamos de año, y se esperan otras cuantas subidas más. Primero lo hizo en 25 p.b., después en 50 p.b. y, por último, en 75 p.b para dejar el tipo de interés en el rango del 1,5%-1,75%. Por su parte, el Banco Central Europeo ha realizado la primera subida de tipos desde el año 2011 y, además, lo ha hecho más fuerte de lo esperado. El Foward Guindance marcaba una subida de 25 p.b., pero el organismo presidido por Christine Lagarde decidió subirlos en 50 p.b., pero no solo eso, el tipo de depósito que llevaba en negativo desde 2014 ha regresado a terreno neutro. Ahora, la pregunta es la siguiente: ¿Hasta dónde subirán los tipos los bancos centrales?
La respuesta, pese a las estimaciones que hay sobre la mesa, es complicada de dar teniendo en cuenta la volatilidad de las decisiones de ambos organismos. Hasta ahora, la comunicación de la Fed y del BCE había dado estabilidad y tranquilidad, no solían hacer nada que no estuviera anunciado previamente. Sin embargo, eso parece haber terminado, ya que en las últimas reuniones la sorpresa ha sido la clave. La reacción ha sido más agresiva de lo esperado y, por tanto, hacer un pronóstico se torna complicado.
El consenso de mercado ahora espera que, al concluir el presente año, la Fed sitúe los tipos americanos en el entorno del 3,4%, frente al 1,9% que se esperaba en el mes de marzo. Por su parte, del BCE se espera que lo haga en el 1%-1,5%, frente al 0,75% previo. Es decir, que las previsiones se han duplicado en cuestión de meses.
¿Qué se debe tener en cuenta?
Se deben tener en cuenta dos factores principales: la inflación y el crecimiento. Esto será lo que marque la pauta de ambas instituciones. Los datos de la inflación son los que han acelerado la política monetaria, que tarda en surtir efecto real en el IPC unos seis meses. Por eso, en función del comportamiento de la inflación se pueden prever unas decisiones u otras. Si el IPC sigue sin tocar techo y no se reduce, los bancos centrales seguirán la vía agresiva. Pero, una reducción rápida, puede hacer que la política monetaria vuelva a relajarse.
Pero, tampoco se puede perder de vista el crecimiento. Los riesgos de recesión crecen cada día y una política monetaria dura significa menos crecimiento. Por eso, los bancos centrales, aunque buscan mitigar la inflación, no querrán una fuerte contracción del crecimiento provocando una crisis financiera. Así, si el crecimiento desciende con brusquedad, las subidas de tipos no serán tan fuertes.
En conclusión, no se puede saber con certeza hasta dónde subirán los tipos los bancos centrales, aunque se espera que lo hagan hasta el 3,4% y 1,5% respectivamente. La inflación, los datos del crecimiento y las presiones europeas por las altas deudas de los países periféricos, como España, pueden hacer que la mano dura de la política monetaria vuelva, de nuevo, a ablandarse, como ha sido en los últimos años.
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