La venta masiva de deuda a largo plazo se intensificó y elevó los rendimientos a máximos de varios años en los principales mercados soberanos. El Treasury a 30 años rozó el 5 %, mientras Reino Unido y Japón marcaron hitos de fin de siglo en sus tramos largos. El repunte se apoya en temores sobre inflación, disciplina fiscal y un aluvión de emisiones.
Lo que sucedió
Los bonos globales afrontaron una nueva ola vendedora, con especial presión en los vencimientos largos. En Estados Unidos, el rendimiento del Treasury a 30 años se acercó “a un suspiro” del umbral del 5 %, referencia psicológica para muchos operadores. El tono fue de aversión a mantener riesgos de larga duración en un entorno de dudas macro y fiscales.
El movimiento fue sincronizado. En Japón, el 20 años tocó su nivel más alto desde 1999; en Reino Unido, el 30 años saltó a cotas no vistas desde 1998 (fuente: Bloomberg Línea). Australia también registró avances en el 10 años, que volvió a los rangos de finales de julio (~4,28–4,37 %). Cuando varias curvas suben a la vez, el mensaje común es prudencia con la duración.
Detrás del ajuste apareció un cóctel conocido: inflación persistente, preocupaciones por el gasto público y un “diluvio” de emisiones corporativas. A ello se sumaron inquietudes sobre la independencia del banco central estadounidense, la Reserva Federal. En cifras, un indicador de rentabilidad de bonos globales retrocedió un 0,4 % en la jornada, la mayor caída diaria desde el 6 de junio, recordatorio de lo sensible que es el tramo largo a pequeños cambios de expectativas.
Ese telón de fondo favoreció las estrategias de “steepener”, que ganan cuando se amplía el diferencial entre tramos cortos y largos. Hubo precedentes recientes: tras recortes de tipos, la curva de Nueva Zelanda se empinó y el Banco de Indonesia también sorprendió a la baja. Si aumenta la presión para que la Fed recorte, los flujos suelen rotar hacia vencimientos más cortos, más pegados a la política monetaria.
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Por qué es importante
El BlackRock Investment Institute (BII) advierte que los Treasuries a largo plazo ya no funcionan como cobertura fiable en ventas masivas de acciones. Citan “anomalías” de 2025: rendimientos del 30 años al alza mientras los del 2 años caían, ruptura con el patrón prepandemia. En ese contexto, expresan preferencia por bonos del Tesoro a corto plazo y recuerdan que los diversificadores realmente “fiables” escasean.
El informe del BII apunta además que los rendimientos globales replican en parte esa dinámica y que la depreciación del dólar ha amortiguado impactos para inversores estadounidenses. Dato a vigilar: el oro ha ganado peso como reserva; varios analistas sostienen que los bancos centrales extranjeros poseen ahora más oro (por valor) que Treasuries de EE. UU., aunque esta afirmación no cuenta aún con confirmación oficial de fuentes primarias y se basa en estimaciones recientes.
Para recomponer carteras, BlackRock sugiere abrir el foco más allá de la renta fija tradicional: Bitcoin (CRYPTO:BTC), estrategias de hedge funds y activos privados como posibles piezas de diversificación. La exposición a grandes fuerzas — como la inteligencia artificial — debe ser meditada y no indiscriminada, apoyándose en principios estables y en un marco que separe ruido de señal.
Imagen: Shutterstock
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