La inseguridad alimentaria sigue siendo un problema creciente en América Latina, donde la pobreza y la inflación han limitado el acceso a una dieta adecuada. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2022, el 22,5% de la población regional enfrentaba hambre moderada o grave. Aunque los gobiernos han implementado programas de asistencia, el costo de los alimentos sigue siendo un obstáculo.
Lo que sucedió
En América Latina, la inseguridad alimentaria afecta a más de 56,5 millones de personas, según la FAO. La pandemia, el cambio climático y la crisis económica han profundizado el problema, con un aumento del 30% en la población que sufre hambre en la última década. Según Bloomberg Línea, los sectores más afectados son los de bajos ingresos, que destinan gran parte de sus recursos a la compra de alimentos. Sin acceso a una dieta nutritiva, muchas familias dependen de productos ultraprocesados, lo que incrementa problemas de salud como la obesidad y la diabetes.
Países como Venezuela, Haití y Nicaragua presentan las tasas más altas de inseguridad alimentaria en la región. En Venezuela, casi el 60% de la población experimenta dificultades para alimentarse adecuadamente, mientras que en Haití la crisis política ha agravado la escasez de alimentos. En Argentina, la inflación ha reducido el poder adquisitivo, limitando el acceso a productos básicos. En contraste, naciones como Uruguay y Chile tienen mejores indicadores gracias a políticas de subsidios y producción agrícola local.
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Fuente: Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, publicado por Naciones Unidas
Los gobiernos han intentado mitigar la crisis con medidas como bonos alimentarios y control de precios. Sin embargo, la falta de producción local y la dependencia de importaciones hacen que estas soluciones sean insuficientes.
La FAO ha señalado que, sin cambios estructurales en los sistemas de producción y distribución de alimentos, la inseguridad alimentaria seguirá en aumento. Organizaciones como el Banco Interamericano de Desarrollo han advertido sobre la urgencia de invertir en agricultura sostenible y mejorar la eficiencia de la cadena de suministro.
A nivel social, la inseguridad alimentaria no solo afecta la salud de la población, sino que también genera inestabilidad. En países como Perú y Colombia, la falta de acceso a alimentos ha impulsado protestas y conflictos sociales. Además, el hambre influye en el rendimiento escolar de los niños y en la productividad laboral, perpetuando el ciclo de pobreza. La necesidad de una solución sostenible es cada vez más urgente para garantizar la estabilidad económica y social de la región.
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Por qué es importante
En 2025, la crisis alimentaria mundial podría empeorar debido a la inflación, la volatilidad de los mercados y las tensiones geopolíticas. Según el Banco Mundial, el precio de los alimentos seguirá en aumento, afectando especialmente a los países en desarrollo. La guerra en Ucrania y los conflictos en Medio Oriente han afectado la producción y exportación de productos clave como trigo y fertilizantes.
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Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
Las interrupciones en el comercio internacional también son una amenaza. En 2024, restricciones en el transporte marítimo, como los ataques en el Mar Rojo y la crisis en el Canal de Panamá, han limitado el flujo de mercancías. Si estas barreras persisten, el costo de importar alimentos podría incrementarse, afectando a países que dependen de proveedores externos.
América Latina, aunque cuenta con recursos agrícolas, sigue dependiendo de insumos como fertilizantes y cereales importados, lo que la hace vulnerable a estas disrupciones.
Para mitigar estos riesgos, los países latinoamericanos deben fortalecer su autosuficiencia alimentaria y reducir su dependencia de importaciones. Invertir en tecnología agrícola, diversificar las fuentes de abastecimiento y promover políticas de seguridad alimentaria serán claves para evitar una crisis mayor.
Foto cortesía de Pixabay
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