La Comisión Europea confirmó que el vino y los destilados procedentes de Europa quedarán sujetos a un arancel máximo del 15 % en Estados Unidos, en el marco del acuerdo alcanzado con Washington para frenar una nueva escalada comercial. Aunque Bruselas no consiguió excluir al sector de esta medida, mantiene conversaciones abiertas con el objetivo de rebajar esa tarifa en futuras rondas.
Lo que ocurrió
El comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, precisó que tanto el vino como licores como whisky o vodka estarán dentro del gravamen acordado con EE. UU., resultado directo de la reunión de julio entre Ursula von der Leyen y Donald Trump, cuyos compromisos quedaron ahora plasmados por escrito.
La Comisión Europea reconoce que haber limitado el arancel a un techo ya supone un avance, pero admite que no alcanzó la categoría de “nación más favorecida”, lo que habría blindado al sector de cualquier carga adicional. Sefcovic dejó claro, no obstante, que las conversaciones continuarán.
El pacto incluye también a otras áreas estratégicas, como la automoción, la industria farmacéutica y los semiconductores, que estarán sujetos al mismo límite del 15 % en el mercado estadounidense. En el caso del vino, especialmente vulnerable por su dependencia de los restaurantes y bares, la medida genera mayor inquietud que entre los productores de destilados.
Fuentes comunitarias señalan que, pese a este revés inicial, Washington muestra disposición a reconsiderar el tema en el futuro. En Bruselas interpretan ese gesto como una señal de que la negociación está lejos de cerrarse.
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Por qué importa
El vino y los destilados europeos no solo generan miles de millones de euros en exportaciones, también son parte de la identidad cultural y de las tradiciones regionales. Un incremento arancelario, aunque limitado, puede reducir la competitividad de bodegas familiares y marcas que dependen de su presencia en el canal horeca estadounidense, donde se concentra buena parte de sus ventas.
La decisión, además, se produce en un contexto de tensiones comerciales recurrentes entre Bruselas y Washington. Cuando un frente parece resolverse, otro se abre, generando incertidumbre para las empresas que operan en ambos lados del Atlántico. Para bodegas y destilerías, esto se traduce en costes adicionales y en la necesidad de preparar estrategias de contingencia ante posibles cambios de rumbo.
Aun así, el margen de optimismo sigue abierto: si en las próximas rondas se logra un acuerdo más favorable, el sector podría recuperar terreno competitivo y mantener su papel como uno de los principales embajadores culturales y económicos de Europa en Estados Unidos.
Imagen: Shutterstock
Esta historia fue generada por Benzinga Neuro y editada por Edgli Romero
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