Las bolsas globales encaran una nueva semana con los índices cerca de máximos y un debate abierto sobre si el rally ligado a la inteligencia artificial (IA) empieza a mostrar síntomas de burbuja. Al mismo tiempo, el mercado afronta un conjunto poco habitual de riesgos.
Lo que sucedió
Primera prueba de estrés: el riesgo regulatorio en EE. UU. El Tribunal Supremo decidirá sobre la legalidad de los aranceles aplicados bajo la Ley de Poderes de Emergencia Internacional de 1977, pieza relevante de la política comercial reciente. Bank of America advierte de que un fallo adverso podría provocar caídas en bolsa, repunte de los tipos de interés y debilidad del dólar (fuente: Investing.com).
Segunda prueba: el cierre del Gobierno en EE. UU. recién concluido, que impidió la publicación de referencias como el informe oficial de empleo y obliga al mercado a depender de encuestas privadas. Menos datos oficiales implica más margen para interpretaciones erróneas y sorpresas en las expectativas de tipos.
Tercera prueba: las intervenciones públicas de Lane (BCE), Williams (Fed) y Mann (BoE), que pueden ganar un peso desproporcionado en ausencia de indicadores duros. En este contexto, conviene seguir cualquier cambio en su lenguaje sobre inflación, crecimiento o calendario de recortes, porque puede traducirse en movimientos bruscos de volatilidad y en giros sectoriales.
Cuarta prueba de estrés: el posicionamiento y los flujos de fondos. Bank of America señala que los inversores están relativamente ligeros de exposición a renta variable estadounidense, al tiempo que los flujos hacia fondos de renta variable global han alcanzado máximos desde octubre. Esa combinación implica que cualquier sorpresa, positiva o negativa, puede amplificar los movimientos: hay capital dispuesto tanto a salir como a entrar con rapidez.
Quinta prueba: el frente de materias primas y energía. El informe mensual de la OPEP y los datos semanales de inventarios de crudo en EE. UU. llegan en un momento en que el oro y el petróleo están registrando movimientos abruptos. Una sorpresa en producción o demanda puede trasladarse de forma casi inmediata a divisas, deuda y sectores sensibles como energía o aerolíneas.
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Por qué es importante
Con ese telón de fondo, el contexto de medio plazo sigue aportando argumentos para no abandonar el mercado de forma precipitada. La estadística histórica muestra que, tras 22 cierres de Gobierno en EE. UU. desde 1976, el S&P 500 ha subido de media un 12,7 % en los 12 meses posteriores, lo que ayuda a relativizar el impacto de los shutdowns. Además, noviembre ha sido tradicionalmente el mejor mes del índice y diciembre el tercero, junto a enero, favorecidos por el “rally de Navidad”, los rebalanceos y los ajustes fiscales de final de año.
Al mismo tiempo, existen señales claras para reducir riesgo en lugar de aumentarlo. El llamado “gráfico del ojo” muestra que cuando la variación del apalancamiento supera el 65 %, la probabilidad de correcciones relevantes aumenta, aunque nadie pueda precisar el momento. Berkshire Hathaway, el vehículo de inversión de Warren Buffett, acumula niveles récord de liquidez (unos 380.000 millones de dólares tras ventas significativas), reflejando incomodidad con las valoraciones actuales. Y Michael Burry ha abierto posiciones cortas en grandes tecnológicas, no por dudar de la IA, sino por considerar excesivo el precio que el mercado está pagando; como recuerda Peter Lynch, se suele perder más dinero intentando anticipar las caídas que soportándolas cuando llegan.
El enfoque es pragmático: ajustar el riesgo, no salir corriendo. Para un inversor medio, eso puede traducirse en reducir gradualmente el peso en los valores o fondos más volátiles ligados a la IA, incrementar algo la liquidez y reforzar la exposición a activos más defensivos, como renta fija de calidad o sectores resistentes al ciclo. También tiene sentido revisar la función de los “activos refugio”: oro, bonos o efectivo pueden ayudar a estabilizar la cartera, pero no son infalibles y pueden sufrir cuando suben los tipos reales.
La checklist operativa pasa por evitar vender toda la cartera en un día de pánico, no comprar productos apalancados o complejos que no se entienden y definir de antemano un plan de entrada escalonada si llega una corrección profunda; en última instancia, no se trata de acertar el techo del rally, sino de que tu nivel de riesgo sea coherente con tu tolerancia al miedo.
Foto: Shutterstock
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