Cuando echamos la vista atrás a la vida de Charlie Munger, el fallecido multimillonario inversor y socio de Warren Buffett en Berkshire Hathaway, es evidente que fue una figura única en el mundo de las finanzas. Conocido por su agudeza y su ingenio a la hora de invertir, Munger fue una figura a tener en cuenta. Pero incluso las mentes más lúcidas en finanzas pueden verse arrastradas por el implacable avance del progreso tecnológico, un hecho que Munger conocía demasiado bien.
En la reunión anual del Daily Journal de 2022, justo un año antes de su muerte a los 99 años, Becky Quick, de la CNBC, preguntó a Munger: “En su dilatada carrera como inversor, ¿qué inversión le gustó más y por qué? ¿Y cuál fue un perro?». Era una pregunta clásica y abierta que parecía invitar a la característica mezcla de humor y franqueza de Munger.
La respuesta de Munger no defraudó. “Y Berkshire ganó 50 millones de dólares al año antes de impuestos en ese negocio durante años y años y años”, comenzó Munger, hablando con un toque de nostalgia. “Y siempre me sentí muy orgulloso de eso, porque crecí con eso y me ayudó”.
Munger estaba hablando de World Book, una empresa que Berkshire poseyó y que produjo la Enciclopedia World Book, una parte esencial de la educación en hogares y escuelas de todo EE.UU. Describió su orgullo no solo por el dinero que aportó, sino también por su impacto educativo: “World Book me ayudó a avanzar en la vida”, señaló. Era un producto en el que creía, uno que sentía que marcaba una diferencia real en la vida de las personas.
Pero Munger también conocía la realidad del capitalismo y sus a menudo brutales ciclos de innovación y obsolescencia. “Y luego llegó un hombre llamado Bill Gates y decidió que iba a regalar una enciclopedia gratuita con cada maldito pedazo de su software de ordenador personal”, bromeó Munger, recordando el momento que marcó el fin de la dominación de World Book. “Y se fueron nuestros 50 millones de dólares al año”.
No fue solo una pérdida de ingresos; para Munger, fue una pérdida de algo valioso para la sociedad. La difusión de información de fácil acceso en línea fue, en muchos aspectos, beneficiosa, pero Munger no estaba convencido de que pudiera reemplazar la experiencia de sumergirse en una enciclopedia completa. “No creo que estos programas de televisión que encantan a nuestros hijos sean tan buenos como lo fue World Book para ellos”, lamentó.
Sin embargo, al estilo típico de Munger, hizo frente a la pérdida con sentido del humor y pragmatismo. No iba a quedarse anclado en el pasado ni a “derramar ninguna lágrima” por lo que se había ido. “Me he adaptado. Lo echo de menos, pero…”, se le fue la voz, dejando a la audiencia leer entre líneas: la vida y el capitalismo seguirían adelante.
Esta historia capta mucho sobre la personalidad de Munger: su apego a las cosas que le moldearon, su respeto por las viejas costumbres y su pragmatismo sobre las fuerzas inevitables del cambio. Munger no era sentimental por sentimentalismo. Podía apreciar las ventajas de la nueva tecnología y, al mismo tiempo, mantener la creencia de que no todo era mejor por ella.
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