Tras dos décadas de dominio económico casi indiscutible en Europa, Alemania no parece ir bien últimamente.
El principal problema está relacionado con el aumento de los costes energéticos, que algunos creen que está acelerando el declive del país.
Así lo afirma incluso uno de los principales diarios alemanes, Welt, con un artículo publicado ayer por Daniel Eckert y Holger Zschäpitz en el que especulan que la debilidad del euro se está convirtiendo en un problema mayor para Alemania.
De hecho, la paridad con el dólar ya está pesando en la economía alemana, erosionando el poder económico de Alemania. Aunque esta suposición es contraria a la intuición, dado que una moneda débil debería ayudar a las robustas exportaciones alemanas, Eckert y Zschäpitz sostienen que, en realidad, esa vieja regla ya se habría roto, y un euro débil tiene consecuencias dramáticas para la economía del país.
Sin embargo, cabe señalar que el Welt también ha publicado otro artículo, de Frank Stocker, en el que sostiene, en cambio, que la debilidad del euro no sería motivo de preocupación porque ya habría indicios de un cambio de tendencia.
Según Stocker, Alemania no estaría en decadencia y no sería el fin del éxito de su modelo económico.
El tema es, por tanto, muy debatido, aunque es innegable que Alemania es absolutamente uno de los países que más está sufriendo la guerra en Ucrania, y especialmente el corte de suministros de hidrocarburos desde Rusia.
El hecho es que, con un euro débil, el efecto positivo sobre las exportaciones se vería completamente absorbido por el aumento de los precios de los productos primarios importados, ya que productos como el petróleo se negocian precisamente en dólares.
Se calcula que a lo largo de 2022 el aumento global de los costes energéticos podría llegar a ser del 11%, sólo por el debilitamiento del euro. Además, el elevado consumo de energía de los alemanes es posible precisamente por una dependencia masiva de los hidrocarburos fósiles, sobre todo después de las decisiones políticas de los últimos años que, por ejemplo, han llevado al abandono de la producción con centrales nucleares.
En los últimos 20 años, la energía producida con energía nuclear se ha reducido a más de la mitad, mientras que la producida con gas natural se ha duplicado.
Además, todavía hay muchos analistas que sostienen que las perspectivas no son nada halagüeñas, hasta el punto de que en Alemania se habla ya públicamente de un riesgo real de recesión.
El problema se extiende también a toda la eurozona, que este año ha pasado de ser una economía con una balanza comercial exterior positiva a ser importadora neta.
En Alemania, además, los problemas ya existían antes del debilitamiento del euro frente al dólar, con crisis de producción y exportación, y luego crisis de estabilidad de precios por la inflación. A partir de este escenario, parece poco probable que Alemania pueda salir de él a corto plazo y sin pagar algún tipo de coste elevado.
En este momento, todavía es demasiado pronto para llamarlo “el gran enfermo de Europa”, pero hay indicios de que podría llegar a serlo, si la situación no mejora a corto o medio plazo. Sin embargo, al menos la bolsa de Fráncfort no parece estar especialmente preocupada, ya que, por ejemplo, el índice DAX ha caído a niveles de noviembre de 2020 al igual que el de las principales bolsas estadounidenses.
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