La ONG Oxfam asegura en un informe que desde el inicio de la pandemia de coronavirus un 1% de la población mundial acaparó casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada, casi el doble que el 99% restante.
Por eso, insta a subir al 75% los impuestos a las grandes fortunas, con el fin de reducir la creciente desigualdad y mitigar los efectos de una “policrisis” derivada de la subida de la inflación, los coletazos de la pandemia y los efectos de fenómenos como sequías, ciclones e inundaciones.
El documento se publicó este mes al inicio del Foro Económico Mundial de Davos.
Oxfam calculó que la fortuna de esa minoría privilegiada suma 2.700 millones de dólares cada día, en tanto que los salarios de cerca de 1.700 millones de trabajadores crecen por debajo de la inflación.
El pasado año las empresas energéticas y de alimentación duplicaron sus beneficios y distribuyeron 257.000 millones de dólares en dividendos a sus accionistas, frente a más de 800 millones de personas “que se van a la cama con hambre cada noche”.
Según el estudio de Oxfam, tres cuartas partes de los gobiernos tienen previsto recortar el gasto durante los próximos cinco años, por un importe total que podría ascender a 7,8 billones de dólares.
Impuesto para los más ricos
La principal conclusión del estudio es que si se aplicara un impuesto a la riqueza de hasta el 5 % a los multimillonarios y milmillonarios podrían recaudarse 1,7 billones de dólares anualmente, lo que permitiría a 2.000 millones de personas salir de la pobreza, además de financiar un plan mundial para acabar con el hambre.
En la actualidad, en cerca de 100 países el impuesto máximo sobre la renta está en torno al 31 %, en tanto que en 123 estados no supera el 18 %, porcentajes muy bajos que muestran una tendencia a la baja que rompe con lo vigente “durante gran parte del siglo XX”, cuando los tipos impositivos marginales máximos del 60 % sobre la renta personal para los grupos con mayores ingresos “eran la norma”.
Oxfam sostiene que los tipos impositivos aplicables a las mayores fortunas deberían ser, “como mínimo”, del 75 %, lo que “desincentivaría el pago de altísimos bonus y salarios desorbitados a altos directivos”.
La ONG defiende que si los gobiernos aspiran a gravar el conjunto de las rentas de una manera integral, “deben asegurarse de que las rentas de capital tributen como mínimo al mismo nivel que los ingresos derivados del trabajo, aunque preferentemente deberían aplicar un tipo impositivo más alto”.
En la mayoría de los países, añade el documento, las rentas de capital y los activos financieros constituyen la principal fuente de ingresos de los ultra ricos pero, en casi todas las jurisdicciones, tributan muy por debajo de las rentas de capital.
Instituciones como el FMI o el Banco Mundial se manifestaron a favor de subir la carga fiscal a las grandes empresas y a los ricos para así apoyar a las personas más afectadas por la crisis energética, por lo que “se podría” deducir que gravar la riqueza es un mecanismo más eficiente para reducir la pobreza que impulsar el crecimiento.
Oxfam destaca que varios gobiernos están poniendo en marcha medidas para aumentar la carga fiscal sobre los más ricos, y en algunos casos, como el reciente del Reino Unido, tuvieron que echarse atrás en su pretensión de recortar los impuestos a las rentas más altas, tras el desplome de los mercados financieros.
También Sri Lanka, prosigue el informe, aplicó rebajas fiscales a los más ricos sin contar con la financiación necesaria para ello, y la posterior crisis de deuda llevó al FMI a instar al Gobierno a cambiar de política y subir los impuestos a los más ricos.
Son ya muchos los países que están avanzando para aumentar la tributación “de quienes más tienen”, como Bolivia, España, Chile o Colombia, y en otros, como Kenia, Canadá, China, Países Bajos o Malasia ya se está debatiendo.